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Écheme el Cuento

DONDE ESTA LA MANZANA DE ADÁN V

Aníbal llegó donde Carmen cerca del alba. Llegó con un pie luxado, cubierto de aruñetazos y oliendo como sólo saben hacerlo los leones en celo y los chicos que aún no saben que existe el desodorante. En lugar de encontrarse con Carmen esperando con paciencia la puerta de su casa se encontró con una batahola de los mil demonios dentro de ella. Mario, el esposo de Carmen, había llegado borracho a la madrugada  preguntado qué CARAJOS hacia ella en la puerta en lugar de estar esperándolo en la cama.  Así que lo siguiente que pasó fue el sonido de puertas que se azotan y el vuelo de múltiples objetos de cristal y porcelana en un movimiento y una agitación nada dignas de una bruja mucho menos de una de las Tríada. Así que para terminar de zanjar la cuestión y sabiendo que Aníbal, el futuro invencible Aníbal, se hallaba en la puerta de la casa en busca de alguien que le consolara y le dijera que hacer, Carmen convirtió a su marido en sapo el cual actuando en consecuencia, por una vez en su despreciable existencia, se fue a croar cerca de la charca más cercana mientras esperaba que se lo tragara un pato y es ahí en donde lo dejaremos en esta historia, esperando también que se lo coma el pato o que lo atropelle un camión o las dos cosas a un mismo tiempo.

Cuando al fin Carmen salió a la puerta se encontró con un muchacho solitario, tímido, confundido y cojeando de un pie. No importa que fue lo que él vio en cambio importa que se acercó y la abrazó. Se olvidó de sí mismo, de su dolor y de su cansancio y la consoló. No tenía ninguna idea de que lo que estaba haciendo era justo lo que se esperaba que tuviera que hacer. Nada de matar dragones en ese momento sólo consolar a una mujer que necesitaba ser consolada y escuchada. Esa es la madera de los héroes, servir a los que lo necesitan. En ese instante y por obra de su nobleza Aníbal se convirtió en Hombre. El primer paso había sido dado. Lo siguientes en verdad fueron menos importantes. El amor que le demostró fue el de un Hombre a una Mujer, no en el sentido erótico de la palabra sino en el sentido humano de ella. No dijeron nada más. Él tomó a la niña en sus brazos, Libertad, la habían llamado Libertad, y con Carmen a su lado se dirigió en busca de su destino. 

Al mismo tiempo Sara se hallaba en el último piso de un imponente edificio junto en el centro de la ciudad. Desde ahí la ciudad se veía minúscula, alumbrada aquí y allá por grandes y pequeños incendios. Grupos de personas son miradas salvajes se movían sin orden ni concierto. Una pequeña luz en el oriente, quizás una estrella, le indicó a Sara el lugar al que tenía que ir. Se arrodilló, sacó algunas varas de incienso de su macuto y oró en silencio. A sus pies se hallaban los restos de una civilización colapsada por la sinrazón y Sara la vio tal cual, se percató de los hilos de decisiones lógicas que habían permitido que todo se desmoronara. La divinidad que se halla en todas las mujeres la transfiguró. La sabiduría se despertó en ella sin pedir ningún permiso. Sara, Mujer entre todas las Mujeres, se levantó. Dejó su macuto olvidado en lo alto del edificio, recorrió de nuevo los cincuenta pisos que había subido y se dirigió hacia el lugar en que la estrella brillaba. Era hora de poner de nuevo todo en orden. 

Si el fin del mundo bastase para poner sentido común en la cabeza de los seres humanos seríamos optimistas. Lo primero que hicieron los hombres en el amanecer del nuevo día fue asaltar las joyerías, los bancos, los supermercados y a otros seres humanos. Lo primero que hicieron las mujeres fue insultar a los hombres y correr a las grandes tiendas a vestirse con jeanes Diesel y vestidos de Coco Chanel, a perfumarse con Carolina herrera y a preguntar donde estaba la hermana de aquella que se vestía como una cualquiera mientras su esposo la engañaba con tales... El fin del mundo no cambió nada sólo redujo a los seres humanos a su barbarie básica que tenían que llenar con sus necesidades adquiridas.  

Él se irguió solitario y poderoso en ese amanecer del Fin del Mundo. Su nombre no importa aunque esté ahí. Su nombre no importa porque todos lo conocemos en el interior de nosotros mismos en ese momento en que nos hartamos de las largas filas y los trancones y los malos tratos de los otros. Sobre todo lo conocemos cuando nos hemos hartado de alcohol y de drogas y queremos que el mundo se incendie a nuestro paso. Después de asimilar su miedo, el que lo asaltó en medio de esa larga noche, organizó un grupo de otros como él por medio de gritos y amenazas. Los armó con garrotes y cuchillos. Les dio un nombre, Los Fundadores, les dio cargos y funciones y una vez hecho todo esto se lanzó a la conquista de la ciudad.  Aníbal caminaba adelante con un cuchillo en la mano, Carmen lo seguía, Libertad berreaba a moco tendido pidiendo algo de comer y quejándose de su calzón húmedo más o menos en los siguientes términos, Gua, Gua, Gua, GUAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH. Lo justo para pasar inadvertidos en una situación adversa. Carmen desvistió a su hija y le dio de mamar. Aníbal miró para otro lado no sin antes haber observado el pecho de ella un poquito, sólo un poquito. 

Olga despertó a eso de las diez y treinta de la mañana. El dolor de cabeza remitió de inmediato al ver a un pepino regordete sentado en la barra de Duke´s.

  -  Hola, dijo el pepino cuando notó que la Decana se había despertado.Si omitimos el resto de la conversación se debe al sonido pastoso de la voz de la decana y a la inutilidad de las preguntas y respuestas que ambas integrantes de la Tríada se dirigieron en esos momentos. Basta saber que ambas concluyeron que la hora de la profecía ya había pasado y que el Héroe estaba llegando tarde, por no decir que la más joven de las tres había echado todo a perder en el momento en el que se había casado. Malditos sean los hombres, malditas sean las mujeres, y de paso las caminatas y las botellas de licor, concluyeron ambas. Se hallaban en medio de estas razonables conclusiones e iban a añadir otras acerca de dios y la distribución geométrica del universo por no hablar de la carestía y de los hongos en los pies cuando entró Sara. 

Los Fundadores conquistaron con rapidez la ciudad por medio del simple ejercicio de voltear todo de revés y gritar a voz en cuello que ellos eran Los Fundadores y que reclamaban la ciudad para sí. Los gritos de terror les atraían pues allí donde está el terror es más fácil sembrar más terror y más lógico suponer que habría menos resistencia. Así que confundiendo lo aterrador con lo terrorífico se sintieron atraídos por ese Gua, Gua, Gua, GUAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH cercano.

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