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Opinión

Raymond Carver: el arte de escribir

Raymond Carver: el arte de escribir

Allá por los mediados de los sesenta, me di cuenta de que me resultaba cada vez más difícil concentrarme en obras de ficción extensas. Durante un tiempo tuve dificultades tanto para leer como para escribir esa clase de obras. Ya no tenía la capacidad de concentración ni la paciencia para intentar escribir novelas. Es una historia complicada, demasiado aburrida para incluirla en estas páginas. Pero ahora sé que todo esto tuvo mucho que ver con que hoy escriba poesías y cuentos. Entrar y salir. No extenderse. Avanzar. Es posible que haya perdido mis grandes ambiciones en esa misma época, cuando estaba llegando a los treinta. De ser así, creo que es bueno que eso me haya sucedido. Es bueno que un escritor tenga ambición y un poco de suerte. Una ambición desmedida y poca suerte, o incluso nada de suerte, pueden matarlo. Hay que tener talento.
Algunos escritores tienen mucho talento; de hecho, no conozco escritor alguno que no lo tenga. Pero tener un modo único y preciso de ver las cosas y hallar el contexto adecuado para expresar esa particular visión, eso ya es otra cosa. El mundo según Garp es, por supuesto, el mundo según la extraordinaria visión de John Irving. Hay otro mundo según Flannery O’Connor y otros según William Faulkner y Ernest Hemingway. Hay mundos según Cheever, Updike, Singer, Stanley Elkin, Ann Beattie, Cynthia Ozick, Donald Barthelme, Mary Robison, William Kittredge, Barry Hannah, Ursula K. LeGuin. Todo gran escritor, o simplemente buen escritor, reconstruye el mundo según sus propias especificaciones.

Esto tiene que ver con el estilo, pero no se trata únicamente del estilo. Se trata de esa firma particular e inconfundible que pone el escritor en todo lo que escribe. Es su mundo y el de nadie más. Este es uno de los rasgos que distingue a un escritor de otro. No se trata del talento. Hay mucho talento por ahí. Pero si un escritor tiene un modo especial de ver las cosas y puede expresarlo de manera artística, ese escritor no será fácilmente olvidado.
Isak Dinesen decía que escribía un poco todos los días, sin esperanza pero sin desesperación. Algún día escribiré esa frase en una ficha de tres por cinco y la pondré en la pared junto a mi escritorio. Ya tengo algunas fichas de tres por cinco en la pared. “Expresarse con precisión es la ÚNICA convicción moral del escritor”. Ezra Pound. De ninguna manera lo es todo, pero si un escritor logra “expresarse con precisión”, al menos se encuentra en el camino correcto.
Tengo una ficha en la pared con este fragmento de una oración de un cuento de Chéjov: “…y de pronto, vio todo con claridad”. Estas palabras están llenas de misterio y de posibilidades. Me encanta su sencillez y claridad, y la insinuación implícita de una revelación. También encierran algo enigmático. ¿Qué era lo que no estaba claro hasta entonces? ¿Por qué justo en ese momento vio todo claramente? ¿Qué es lo qué pasó? Pero sobre todo: ¿y ahora, qué? Revelaciones tan abruptas como esta tienen consecuencias. Me produce una súbita sensación de alivio y expectativa. 
Una vez escuché al escritor Geoffrey Wolff decir a un grupo de estudiantes: “Nada de trucos baratos”. Esa frase merece estar en una ficha de tres por cinco. Yo me quedaría con “Nada de trucos”. Punto. Odio los trucos. A la primera señal de un truco o artilugio en una obra de ficción, ya se trate de un truco barato o de un truco elaborado, tiendo a cerrar el libro. Los trucos, en definitiva, resultan aburridos, y yo me aburro con facilidad, lo que puede estar relacionado con el hecho de que no puedo mantener la atención por mucho tiempo. Pero la literatura afectada y demasiado perspicaz, o simplemente ridícula, puede hacer que me duerma. Los escritores no necesitan trucos o artilugios, y ni siquiera es necesario que sean tremendamente listos. Aun a riesgo de parecer tonto, un escritor tiene que ser capaz de quedarse boquiabierto al ver tal o cual cosa (un atardecer o un zapato viejo) con absoluto y verdadero asombro.
Hace unos meses, en la sección de reseñas de libros del New York Times, John Barth dijo que, hace diez años, la mayoría de los estudiantes de su seminario de literatura de ficción estaban interesados en la “innovación formal”, pero que eso ahora parece haber cambiado. Barth teme que los escritores empiecen a escribir novelas triviales en los ochenta. Le preocupa que se esté abandonando la experimentación, junto con el liberalismo. A mí me pone un poco nervioso escuchar hablar sobre la “innovación formal” en la literatura. Muy a menudo la “experimentación” no es más que una licencia que se toman los escritores para ser descuidados, escribir tonterías o imitar a otros. O lo que es peor aún, puede ser un pretexto para insensibilizar o alienar al lector. Es muy común que ese tipo de literatura no nos muestre nada nuevo, o que describa un paisaje desértico y nada más: unas dunas por acá, unos lagartos por allá, pero sin personas; una tierra que no está habitada por nada que pueda reconocerse como humano. Un lugar de interés sólo para algunos científicos especializados.
Es importante aclarar que la verdadera experimentación en la ficción es original, difícil de lograr y motivo de júbilo. Pero el modo particular de ver las cosas de un escritor (Barthelme, por ejemplo) no debería ser imitado por otros ya que no tiene sentido. Hay solo un Barthelme, y si otro escritor intenta apropiarse de la peculiar sensibilidad o de la mise en scène de Barthelme en nombre de la innovación, seguramente se meterá en complicaciones que tendrán consecuencias catastróficas y, lo que es peor, lo llevarán a engañarse a sí mismo. Los verdaderos experimentadores tienen que crear todo desde cero, como exigía Pound, y en el proceso deben descubrir las cosas por sí mismos. Pero si el escritor no se ha vuelto loco, también querrá seguir el contacto con nosotros, querrá transmitirnos noticias de su mundo.
 
Tanto en un poema como en un cuento, es posible escribir sobre cosas y objetos corrientes usando un lenguaje corriente pero preciso, y dotar a esas cosas (una silla, la cortina de una ventana, un tenedor, una piedra, el pendiente de una mujer) de una fuerza sorprendente. Es posible escribir una línea de diálogo que pueda parecer inofensiva y, así y todo, hacer que un escalofrío corra por la espalda del lector. Por eso Nabokov solía decir que la espina dorsal es la fuente del deleite artístico. Ese es el tipo de literatura que más me interesa. Odio la literatura descuidada o caprichosa, ya sea bajo la bandera de la experimentación o del realismo torpemente logrado. En el maravilloso cuento de Isaac Babel llamado “Guy de Maupassant”, el narrador dice lo siguiente sobre la narrativa: “Ningún hierro puede perforar el corazón con la fuerza de un punto puesto en el lugar preciso”. Esto también merece estar en una ficha.
Evan Connell dijo una vez que sabía que había terminado un cuento cuando se descubría leyéndolo y quitándole algunas comas y luego leyéndolo una vez más y poniendo las comas nuevamente en los mismos lugares. Me gusta esta forma de trabajar. Siento respeto por esa clase de cuidado por lo que se hace. Al fin y al cabo, eso es todo lo que tenemos: palabras, y deberían ser las correctas, con la puntuación correcta, para que se entienda mejor lo que esas palabras quieren decir. Si las palabras están cargadas con los sentimientos desenfrenados del escritor o si son imprecisas por alguna otra razón (si las palabras resultan, de algún modo, confusas) los ojos del lector se deslizarán sobre ellas y no se habrá logrado nada. El sentido artístico del lector no encontrará nada atractivo. Henry James llamaba a esta forma de escribir poco feliz “especificación débil”.
Tengo amigos que me han dicho que tuvieron que terminar rápido de escribir un libro porque necesitaban el dinero, o el editor o su esposa los estaba presionando o a punto de dejar u otras excusas como esas para justificar que lo que habían escrito no era muy bueno. “Habría quedado mejor si hubiera podido tomarme más tiempo”. Me quedé anonadado cuando escuché a un novelista amigo decir esto. Aún hoy me asombra si me pongo a pensar en eso, cosa que no hago. No es mi problema. Pero si no podemos lograr que lo que escribimos sea tan bueno como nos resulte posible, entonces ¿para qué escribirlo? En definitiva, la satisfacción de haber hecho lo mejor que podíamos y la prueba de ese esfuerzo es lo único que podemos llevarnos a la tumba. Quería decirle a mi amigo: “Por el amor de Dios, dedicate a otra cosa. Tiene que haber formas más fáciles y tal vez más honradas de ganarse la vida. O por el contrario, hacelo lo mejor que puedas, poniendo toda tu capacidad y talento, y después no te justifiques ni pongas excusas. No te quejes ni des explicaciones”.
En un ensayo llamado simplemente “Escribir un cuento”, Flannery O’Connor compara el arte de escribir con un descubrimiento. Dice que, cuando se sentaba a trabajar en un cuento, la mayoría de las veces no sabía qué iba a escribir. O’Connor duda que muchos escritores sepan qué escribirán cuando comienzan un texto. Usa “La gente buena del campo” como ejemplo de cómo ella armaba un cuento cuyo final ni siquiera podía adivinar hasta que ya estaba llegando a él:
“Cuando empecé a escribir ese cuento, no sabía que iba a incluir una doctora en filosofía con una pierna de palo. Simplemente me descubrí a mí misma una mañana escribiendo una descripción de dos mujeres de las que sabía algunas cosas, y antes de que me diera cuenta, a una de ellas le había dado una hija con una pierna de palo. Luego incluí al vendedor de biblias, pero no tenía la menor idea de qué iba a hacer con él. No sabía que iba a robar esa pierna de palo hasta unas diez o doce líneas antes de que lo hiciera, pero cuando descubrí que eso era lo que iba a pasar, me di cuenta de que era inevitable”.
Cuando leí esto hace algunos años, me impactó que ella, o cualquier persona, para el caso, escribiera cuentos de esa manera. Pensaba que ese era mi secreto, con el que me sentía un poco incómodo. Estaba convencido de que esa forma de trabajar un cuento revelaba de algún modo mi ineficiencia. Recuerdo haberme sentido enormemente animado al leer lo que ella tenía para decir al respecto.
Una vez me senté a escribir un cuento que resultó ser bastante bueno, aunque cuando comencé sólo contaba con la primera oración. Había andado varios días con esta oración en mi cabeza: “Estaba pasando la aspiradora cuando sonó el teléfono”. Sabía que ahí había una historia que debía ser contada. Tenía la sensación de que dentro de mí había un cuento con ese comienzo; sólo tenía que hacerme del tiempo para escribirlo. Encontré el tiempo: un día entero (doce horas, quizás incluso quince). Me senté por la mañana y escribí la primera oración, y entonces otras oraciones comenzaron inmediatamente a encadenarse. Escribí el cuento como hubiera escrito un poema: una línea y luego la siguiente, y la siguiente. Pronto pude ver un cuento, y sabía que era mi cuento, el que había estado queriendo escribir.
Me gusta cuando hay cierta sensación de peligro o amenaza en un cuento. Creo que es bueno que todo relato contenga una pequeña amenaza. Para empezar, es bueno para la circulación. Tiene que haber tensión, la sensación de algo inminente, de que ciertas cosas están en constante movimiento. Si no es así, en la mayoría de los casos no hay cuento. Lo que crea la tensión en una obra de ficción es, en parte, la forma en que las palabras concretas se unen entre sí para formar la acción visible del relato. Pero también las cosas que se omiten, que se insinúan, el paisaje justo debajo de la superficie tranquila (aunque a veces inestable) de las cosas.
Victor Sawdon Pritchett define el cuento como “algo que se alcanza a vislumbrar con el rabillo del ojo, al pasar”. Noten la palabra “vislumbrar”. Primero algo se vislumbra. Luego eso toma vida, se convierte en algo que ilumina el instante y puede, si tenemos suerte (otra vez esa palabra), tener consecuencias y significados de mayor alcance. La tarea del escritor de cuentos es la de otorgar a eso que se vislumbra de todo lo que esté a su alcance. Usará su inteligencia y su destreza literaria para dirigir (su talento), su sentido de las proporciones y su sentido de las potencialidades de las cosas; de cómo son realmente y cómo las ve: como ninguna otra persona. Y esto se logra a través del uso de un lenguaje claro y específico, un lenguaje usado de forma tal que dé vida a los detalles que iluminarán el cuento a la vista del lector. Para que los detalles sean concretos y tengan sentido, el lenguaje debe ser exacto y usarse con precisión. Las palabras pueden llegar a ser tan precisas que hasta podrían sonar chatas, pero aun así pueden estar cargadas de sentido; si se usan correctamente, pueden hacer vibrar todas las notas.

La vida como novela negra

La vida como novela negra

Sergio Álvarez


Para una buena parte de Colombia, la infancia suele estar llena de recuerdos violentos. Raponazos, atracos, hombres atropellados, apuñalados, baleados o muertos en medio de la calle son imágenes normales en la niñez. Tengo muchos de estos recuerdos. El más impactante fue ver a mis vecinos pateando un ladrón que había sido descubierto robando en una de las casas de la cuadra. Le pegaron con saña. Era aterrador ver como la cara se le deformaba con cada golpe y como los policías que llegaron a capturarlo se sumaron a la paliza hasta que ladrón dejó de pedir clemencia y de protegerse con los brazos y las manos.

“Lo mataron”, gritó alguien.

“¡Mejor! Muerto no volverá robar más”, contestó un niño.

“Pobrecito”, dijo una de las vecinas que antes azuzaban la paliza y corrió a echarle agua en la cara al ladrón a ver si reaccionaba. El hombre resolló y los policías lo levantaron y se lo llevaron en medio de nuevos insultos, gritos y escupitajos.

Pasaron los días, la lluvia borró la sangre del ladrón en el asfalto, los niños volvimos a jugar fútbol en la calle y la vida pareció reencontrarse con la normalidad. Sólo que la normalidad no tenía nada que envidiarle a la escena del ladrón. En el inquilinato, una mujer casada empezó a acostarse con un vecino. La gente la veía entrar a la habitación del hombre, permanecer un rato allí y después salir a las carreras a seguir cocinando la comida para el marido.

Una tarde, un sapo le contó al cornudo lo que ocurría y el hombre fue a buscar a la mujer y, aunque cerró de un portazo la habitación que compartía con ella, las súplicas de la mujer pidiendo que no le pegara más y los golpes que el hombre le daba se oían por toda la casa. La escena se volvió espectacular cuando una inquilina obligó al mismo sapo a tumbar la puerta de aquel cuarto para evitar que el marido matara a la que alguna vez había sido la mujer de sus sueños.

La infiel quedó peor de golpeada que el ladrón y al marido se lo llevó la policía. El ambiente en la casa se puso sombrío, los vecinos bajaron el volumen a los radios y de pronto se hizo triste vivir allí.

Hubiéramos todos salido corriendo de aquella casona si, al otro día muy temprano, no vemos a la infiel salir de casa con los ojos morados pero enfundada en su mejor ropa para a ir a la comisaria a quitar el denuncio de la golpiza y así evitar que al cornudo lo trasladaran de la estación de policía a la Cárcel Distrital.

“No llora por el marido, llora porque el mozo se largó”, dijo una vecina apenas la infiel cerró la puerta de la calle.

“Y, ¿qué más iba a hacer el pobre muchacho? No se puede quedar aquí esperando que venga el marido de esa zorra y cumpla con la promesa de matarlo”, apuntó otra vecina.

Había más dramas. Mujeres abandonadas, niños golpeados, accidentes caseros, violaciones, rencillas entre vecinos, peleas entre borrachos y desahucios por deudas. No parece una vida muy feliz, pero lo era, y mucho. Las infancias colombianas son idénticas al país: están llenas de atrocidad y, sin embargo, uno siempre tiene la sensación de estar viviendo en el paraíso. Es como si los hechos terribles que ocurren a diario perdieran valor al ser comparados con los pequeños momentos de éxtasis que gozamos, o como si las ilusiones de pobre que cultivamos cada instante tengan tuvieran la capacidad de hacernos ignorar la atrocidad del presente.

La infancia termina, sigue la adolescencia, el mundo se hace más grande y se puede ver lo que ocurre más allá de la cuadra. Es emocionante, uno se llena de sueños y empieza a alimentar deseos e ilusiones pero, hay que decirlo, la vida no mejora mucho. Se debe mentir a los papás y a las chicas para obtener los permisos o los besos que uno necesita. Y aunque haya suerte y las mentiras funcionen, es inevitable decepcionarse de los viejos y todavía más inevitable que, a causa de las naturales confusiones del lenguaje amoroso, la misma niña que pareció insinuarle a uno que iba a ser la novia, aparezca en la próxima fiesta de la mano del pelao del barrio que uno más odia.

Se expande la vida y se expande la violencia. Se empieza por las patadas y las faltas en los partidos de fútbol, por las pequeñas intrigas propias de la edad y se termina con las peleas entre amigos o con las pandillas de los barrios vecinos. La sangre ya no corre por la cara de los otros, si no por la cabeza y la nariz de uno mismo. Se hace conciencia de la envidia, se empieza a entender por qué se han inventado las armas y se deben alternar momentos de omnipotencia soñadora con momentos de desolación y desamparo total.

En la adolescencia se empieza a entender la necesidad del dinero, la importancia de ir bien vestido, la diferencia entre los estudios que uno puede hacer y los estudios que pueden hacer los hijos de la gente más acomodada. A las violencias personales se le suman las violencias sociales, las pedreas durante los paros de buses, los policías golpeando o baleando a quienes se atreven a protestar, las mujeres llorando por sus hijos encarcelados o desaparecidos y los amigos que empiezan a hablar de irse a trabajar como paras o como guerrilleros.

Ninguna edad es eterna ni nadie es tímido y fracasado con las chicas todo el tiempo. Alguna mujer termina un día por encapricharse con uno y se pasa de inventar el amor y masturbarse a estar enamorado y a disfrutar del sexo.
Y, de tanto contar los días en orgasmos se comete una imprudencia y se termina casado y a punta de ser el padre de una criatura. No es un mal momento, quedan muchas fuerzas por gastar y los sueños alimentan todavía la vida,: aAsí que uno disfruta de una tregua e intenta ser feliz.
Pero aquella dicha es casi siempre el preámbulo de una angustia que llega sin avisar y que de pronto consigue que uno, se pare donde se pare, siempre sienta que está en el lugar equivocado. Se confirma que el amor al principio es una autopista pero después es un camino tortuoso y que además cuesta sacrificios muy íntimos. Que casi siempre obliga a vender la dignidad.

Y, aunque uno no lo busque, también termina por enterarse de que vive en un país donde demasiada gente agacha la cabeza ante los traidores y los asesinos y donde esos asesinos, aparte de matar, se dedican a sumar y sumar votos para ganar elecciones. También aprende que guerra y necesidad hay en todo el planeta y que aunque irse es una buena aventura, no terminará por ser nunca la verdadera solución.

Uno se queda porque no le dieron la visa o porque no consiguió destino ni plata para emigrar, y termina por aceptar que la violencia se le vuelva un asunto diario y permanente. La competencia con los compañeros de trabajo, la soberbia de los jefes, la miseria de los salarios. El duro trasegar por unas calles donde uno puede cruzarse con el atracador que alguna vez vio golpear y, a pesar de que en aquel momento le sintió lástima, uno sabe que el hombre no va a dudar para apuñalarte.

Tampoco se es infeliz del todo, se disfruta de la mujer, se juega con los hijos, se les canta el feliz cumpleaños, se divierte uno con sus ocurrencias infantiles, se come rico, se hacen buenas fiestas y se pasan tardes divertidas con los amigos. Uno inventa paseos, se gasta lo que no gana en caprichos femeninos o infantiles y hasta vuelve una rutina ir a visitar los suegros al pueblo donde nació la esposa. Sin embargo, a veces uno no puede dejar de sentir que hay algo que no funciona en la vida.

La placidez familiar tampoco se libra de la carga violenta del país. Un día, justo en el centro comercial donde trabaja la esposa de uno, estalla una bomba. Y aunque a ella no le pase mayor cosa, el miedo que uno vivió mientras confirmaba que ella seguía viva se le mete a uno adentro y le cuestan demasiados partido de fútbol, demasiadas idas la cine a ver comedias románticas y demasiado aguardiente y cerveza exorcizarlo.

Algo en el mundo no funciona y no hay alivio porque la vida de adulto no tiene la capacidad de olvido y ensoñación que tiene la infancia. La desolación se hace peor cuando uno descubre que la vecina que uno amó desde niño se ha puesto fea y se dedica a recibir los golpes y las humillaciones de un hombre que ella parece amar más mientras más golpes recibe. Cuando se da cuenta que los amigos con los que soñó un futuro común se van o lo traicionan o cuando los hijos crecen y dejas de ser su héroe y pasas a ser un estorbo para sus ansias de vivir.

No son fáciles las verdades de la madurez, es difícil aceptar que la gente hace la revolución porque quiere robar o porque no tiene manera de encontrarle otro sentido a la vida. Es difícil entender que uno también se va corrompiendo y se vuelve una especie de traidor de sí mismo y es difícil aceptar que el mundo no es un sueño propio, sino el sueño de un dios egoísta que disfruta imponiendo las dictaduras vitales que al final siempre nos destruyen.

Entonces, aparecen los malos sentimientos: los celos por el vecino que sí tuvo agallas de meterse a narco, la bilis que se alborota al ver cómo cambia de carro un tipo que uno siempre había considera un bobo, la tristeza que se siente porque a pesar de los esfuerzos y las horas extras no se alcanzó a comprarle al hijo un regalo de navidad que se le estuvo prometiendo todo el año. A veces, en estos momentos a uno lo salva la música o una cervecita o los besos de la esposa. Pero no siempre esas pequeñas satisfacciones bastan y es fácil volverse un borracho, un fanático, un criminal o las tres posibilidades juntas.

Y tal vez esa entrega final del idealismo adolescente hubiera ocurrido si un día no se va al mercado de las pulgas para dar un paseo y, entre tanta basura, se descubre un libro de un tal Raymond Chandler. En la cubierta hay una rubia y un revólver y uno mira el arma y a la hembra medio desnuda y sabe que el nombre del escritor le suena de algo y se pone a echarle cabeza al asunto hasta que recuerda que un maestro de literatura del colegio amaba a ese escritor y decide, en lugar de comprarle un helado a los niños, comprarse ese libro. Ya nada puede ser peor en la existencia, se he visto todo y se ha sufrido y gozado demasiado, ¿qué podría tener de malo leerse un libro?

Así se llega a la novela negra. Y aunque la mujer protesta por la luz encendida y los niños se niegan a dormirse, uno empieza a leer y descubre que ese mundo que a veces le parece una carga horrible tiene otra forma de verse. Los personajes desfilan por el texto tan desamparados o confundidos como uno, las historias que ocurren incluso son ingenuas comparadas con la realidad propia y el detective tampoco es tan inteligente ni tan pilo, pero algo en ese libro da felicidad, aligera la carga existencial y hasta vuelve divertida la realidad.

El detective tiene buenos apuntes y dice frases ingeniosas y saca conclusiones que a uno lo identifican. Igual que uno, el man desconoce las reglas de este mundo, pero no se paraliza, siempre va hacia adelante o al menos se deja empujar por otros y de esa manera consigue acostarse con un par de mujeres o resolver un crimen. El detective tiene claro que siempre todo puede ser peor y se toma la vida sin tragedias, sabe vivir con poco dinero, también sabe derrochar, conoce las miserias de los ricos y de los pobres y entiende las historias de los marginales.

La mirada de ese hombre, su ironía y sus casos resueltos nos dan esperanza y uno vuelve a soñar y a reírse. De alguna manera, la novela negra es un retorno a la candidez y la inocencia de la infancia.
Pero, no sólo la vida pierde la carga trágica, sino que empieza a tener un sentido, un sentido algo desquiciado, pero sentido al fin de cuentas. Un sentido lleno de humor e ironía, o sea lleno de humanidad. De pronto lo que parece ligero se muestra profundo al tiempo que nos dice: tampoco me hagas mucho caso, es mejor no tomarse la vida demasiado en serio porque quienes se la toman demasiado en serio siempre terminan sembrando injusticia, dolor y muerte.

Uno se lee otros libros, conoce otros farsantes, otros policías, disfruta de muchos diálogos armados con hachazos y, de pronto, el ladrón de la cuadra deja de ser un mal recuerdo y se convierte en alguien al que le gustaría comprender o, al menos, en alguien del que le gustaría contar la historia. Lo mismo ocurre con la vecina que engañaba al marido, ya no es una tonta ni una zorra ni una bruta; uno entiende que la sangre le hervía por mucho más que el deseo y que ese afán de acostarse con el muchachito venía de una insatisfacción que no hubiera podido quitarle ni el mejor marido ni el mejor de los amantes.

Uno aprende que los golpes del cornudo lo han dañado también a él y que aunque nunca haga conciencia de ello, le van a seguir doliendo por el resto de su vida, lo van a convertir en un pobre imbécil. En la novela negra, hasta el sapo de la historia se redime como personaje, se convierte en un fisgón de callejón que tiene algo cómico detrás y que muy pronto será asesinado para alivio de sí mismo y de todos aquellos que nunca podrán perdonarle haber traicionado una infidelidad.

En la literatura negra, uno tiene acceso a la rubia que siempre deseó, la ve caminar por una sala llena de muebles lujosos, la ve mostrarle las piernas al detective, abrirle sus labios insinuantes o sugerirle un pago con su cuerpo si resuelve el enigma. La novela negra es tan maravillosa que en ella uno puede incluso ver llorar a la rubia, verla a rabiar por un capricho insatisfecho, verla maldecir a su padre y, si lee concentrado, tiene hasta la posibilidad de darle un beso y después un empujoncito para rechazarla.

Nada falta en la novela negra, está también la ley. Esos hombres que parecen duros y abusan e intimidan a todo hombre de a pie y que cuando se emborrachan son más peligrosos que los criminales que dicen perseguir. De pronto, uno se entera de sus fracasos, de sus luchas intestinas y hasta se entera de que algunos de ellos, cuando llegan a casa, reciben amor, compresión y buenos cuidados, a. Y aunque no es fácil leer tanta verdad y se siente que algo en el mundo se burla de nosotros. Aún así, uno acepta hasta esa verdad y deja que una sonrisita acompañe el paso a la siguiente página.

También están los mafiosos, algunos colombianos o latinoamericanos o italianos. Pero esos no conmueven tanto como los empresarios y las aves rapaces de los países ricos. Viejos dueños de multinacionales pudriéndose en la soledad y los excesos de la riqueza, hombres enfermos que han saqueado el mundo y que el único premio que han recibido es tener que lidiar con los amantes vividores de sus hijas. Otra sonrisita, otra página pasada porque la novela negra es también un acto de venganza. Tal vez una venganza falsa, pero si uno ya disfrutó con la rubia, ¿por quée no va a sentir satisfacción por la miseria de quienes han hecho infeliz a medio mundo?

En la novela negra está el mundo que uno antes sufría, ya sin tanto miedo ni tantas etiquetas. Estamos todos, puestos de maneras distintas, mirándonos de frente y dándole un respiro a nuestras dudas y a nuestra soledad.

Pasa el tiempo, los libros se convierten en adicción y se vuelven un catálogo de autores y anécdotas. Ya uno no vive sólo de las historias manchadas de dinero sucio, del fútbol, sino que deja que la cabeza vague por todos los bajos ambientes del planeta para rastrear en esos ambientes señales más elocuentes de lo que podría ser la vida. La novela negra es un golpe en la barriga del monstruo que es la existencia para que ese monstruo se doble un momento y ya no nos parezca tan invencible.

La mujer se acostumbra a la luz prendida hasta altas horas de la noche y uno pasa de Chandler a Hammet, de Hammet a Rubem Fonseca, de Fonseca a Taibo y Sepúlveda; de los latinoamericanos a Vásquez Montalbán, Andreu Martin y de los españoles a Ian Rankim, James Ellroy, Don Winslow, Camilleri, Markaris, Leonard y un largo etcétera hasta llegar a Jerome Charyn. Con Charyn entiende que los criminales también pueden ser payasos y que esos payasos a veces montan circos absurdos donde todo es tan descabellado que adquiere forma y donde finalmente la muerte pierde valor porque el escritor ha logrado burlarse de ella.

En la novela negra el mundo se nos hace atroz y al entenderlo recordamos que una vez soñamos, que una vez creímos en la vida y que aunque la mayoría de esos sueños han quedado desbaratados a un lado del camino, siguen resonando en nosotros y pueden darnos la fuerza que necesitamos para no suicidarnos y acabar con todo.

Ya en ese punto, la novela negra se convierte en un lugar de paz. En una Meca, una iglesia evangélica, una especie de centro espiritual donde Colombia, América Latina y el mundo encuentran una redención. ¿Qué sería de nosotros sin el cinismo de muchos detectives de ficción, sin la posibilidad de ver a las prostitutas o busconas como mujeres que, además de venderse, tienen en sus ojos vencidos una clave para descifrar nuestra propia verdad?

¿Qué sería de las tardes solitarias y de las noches pasadas en vela por un desamor sin un detective borracho contándonos cómo hace él para asumir crisis idénticas? ¿Qué sería de nuestras vidas sin el suspenso atroz o desamparado o vertiginoso que nos hace volar de página en página? Sin esos momentos en que uno echa a andar ilusionado en una historia de género negro, uno no podría seguir echando a andar la historia propia.

El suspenso, el giro imprevisto, el malo convertido en bueno y el bueno convertido en malo son parte de nosotros, son nuestro reflejo y sólo logramos entenderlo cuando los vemos en un espejo donde no hay vidrio ni pintura de color metálico, sino unas letras ordenadas por la cabeza de algún sinvergüenza o algún desadaptado.

La novela negra es un templo donde, como en tiempos pasados, las oraciones están teñidas de sangre y donde los rituales vuelven a cumplir con los exorcismos diarios. No sería capaz de entender ni mucho menos aceptar a Colombia ni a América Latina sin Rubem Fonseca, sin ese sicario que se esconde en una lujosa mansión a cuidar un viejito, sin esa enfermera que se acuesta con el viejito a cambio de unos pocos pesos y sin las siguientes palabras de un relato llamado El Cobrador: “¡Todos me deben algo, me deben comidas, coños, cobertores, zapatos, casas, coches, muelas!”.

La literatura negra es una buena alternativa a la lucha de clases, al terrorismo y a otra clase de violencias y revoluciones. Con ella uno se puede reír del mundo y dejar las ganas de destruirlo. Nadie podría contar cuantas estaciones de tren se han salvado de volar por los aires ni cuantos policías han salvado la vida ni cuantas revoluciones fracasadas se han evitado gracias al cinismo de los escritores de novela negra.

Si en nuestro continente se escribiera más novela negra y sobretodo se leyera más novelas de estas, este pedazo del mundo iría mucho mejor. La gente se reiría no con resignación sino con consciencia, los ladrones se verían retratados y pasarían de ser atroces a ser inteligentes, los policías dejarían de ser una simple arma en manos del corrupto de siempre a ser los verdaderos corruptos.

Si leyéramos más a Chandler, la gente sabría rastrear mejor el engaño y hasta lo políticos serían capaces de salir de su mirada de ladrón católico para pasar a un cinismo sano que les ayudaría a ver la magnitud de sus crímenes.

Si un militar latinoamericano leyera a Hammet, se daría cuenta de la magnitud de su estupidez y tal vez dejaría de matar a los campesinos como si fueran perros y hasta intentaría hablar con ellos o quitarles las mujeres en franca lid y no asesinándolos. En América Latina iría bien leer mucha novela negra y aprender a vernos, a convertir el crimen diario en historia y esa historia en conciencia.

Eso me pasó a mí y eso creo que le ocurre a muchos de los lectores de estos libros por nuestras tierras. Un lector de novela negra siempre será un buen libertino, un hombre que ha aprendido a reír y que con ello ha convertido las imágenes de la infancia en recuerdos escritos, que ha exorcizado de alguna manera la violencia para evitar que sea ella la que le siga marcando el destino. La novela negra para mí es la redención de la vida en un mundo atroz, a ella le rezo y le agradezco y en su fe, espero morir.

Los pasos del árbol nómada

Los pasos del árbol nómada

Latido, latido y silencio. Una pausa y sigue. El árbol no deja de andar. ¿Qué rumbo sigue? Es un viajero que busca destinos tan lejanos, tan lejanos como el olvido. Pero el viento nada se lleva, todo permanece. Aquel gigante ya no corre, pero huye. En su camino muchas semillas ha dejado, como si fuera uno más del bosque, de esos que nunca se mueven. Con las hojas contadas en sus marchitas ramas, solo anhela una palabra. Tiene hambre pero no sed, el mundo está inundado y él se ahoga en el vacío mundano. Hombres y más hombres. El hombre se jacta diciendo poseer la razón. Humilde en su sabiduría le contempla, pero ya no tiene lastima por él, ha visto su devenir en sus propias obras.

Bajo la calma del silencio de la luz se puede apreciar la agonía de una gota de agua, el tiempo es tan lento entonces que una vida puede pasar y ya nadie lo advierte. Ya nadie se refugia bajo la sombra de un milenario tronco para escuchar sus historias, y menos para entender los signos que regalaba la noche. El árbol se desangra y en sus venas abiertas se puede ver el suplicio de la madre etérea, grita y gime muda por la herida que le ha causado el más bello de sus hijos.

Las huellas que marcan las raíces siguen una travesía que ya nadie conoce, va en busca de un rey mucho más antiguo que él, que tenía como súbditos a los planetas, mas abandono su trono y renuncio a su corona de fuego. El canto del gallo anunciaba al mundo que el día comenzaba, pero esa melodía dedicada a aquel rey ya nunca más se escuchó. La esperanza que viene de la luz del sol ya no hay quien la reciba.

El viejo árbol ha ido a encontrar a los enamorados y soñadores, buscando al monarca del día, pero la juventud ya no cree, no tienen memoria. Solo aquellos que cuentan cuentos y los poetas pueden señalar el camino. ¿Y quién conoce donde se esconden? Fueron exiliados y condenados a permanecer en las eras que ya sucedieron. Y peor aún, nadie los evoca.

Muerto está el suelo que una vez albergo y alimento sus raíces, como un gris que inunda el horizonte, donde ya no se posan las estrellas. El barro con el que un día adán fue formado hoy es polvo, ya los niños no juegan con él, también fue abandonado al pasado como una anécdota que nadie recuerda. También la noche murió, con ella su magia; la nostalgia se deshizo en una pequeña brisa fría que hizo temblar a la luna, que vistió de purpura. No un purpura de luto sino de desconcierto, de tristeza, y de melancolía.

De melancolía, una que los hombres jamás volvieron a sentir. Los hombres que jamás volvieron a sentir. Ellos están perdidos en una permanente oscuridad, y aunque parezca extraño, solo la noche permanece, solo ella domina apagada cubriéndolo todo con una insípida sombra. No huele a nada, ni siquiera a muerte. Más como recordar la intensidad del frio, donde por lo menos los búhos –príncipes de la vigilia- cantaban sus tenebrosas historias.

Que decir entonces de la felicidad, si hasta la lagrima desapareció. La inocencia que inundaba los parques, las calles y las casas de las abuelas con ese alboroto de vida ya no es siquiera el eco borroso de una foto de un par de niños en columpio. Atreves de la mirada del árbol se aprecia el nuevo hombre, un fantasma hecho de silencio.

El árbol camina lento, lleva en si el peso de la sabiduría que el viento y el agua –en los días que se contaban cuentos y se cantaban amores- le traían como alimento. Días en los que era el hogar caliente para los navegantes del horizonte, esos que adornaban los cielos con sus movimientos y sus figuras, y hacían suspirar al hombre que soñaba con alguna vez ser un ave.

Latido, latido y silencio. Solo está vivo aquello que se mueve buscando el sol.

Amigo es hora. Trepa a sus ramas, alcanza la cima de las más altas montañas, acompáñame  a buscar cuentos, cantos, historias, romances y tragedias, vamos a encontrar la magia en las palabras. A encontrar el alma del Árbol Nómada en sus pasos.

Entrevista con Murakami

Entrevista con Murakami

http://albertobatalla.blogia.com/2014/021601-entrevista-con-haruki-murakami.php

Ciencia ficción y fantasía

Ciencia ficción y fantasía

Para hablar de Ciencia Ficción debemos primero tener en cuenta que tenemos un mundo ficticio; este es el primer paso...Es nuestro mundo desfigurado por el esfuerzo mental del autor, nuestro mundo transformado en otro que no existe o que aún no existe. Este mundo debe diferenciarse del real al menos en un aspecto que debe ser suficiente para dar lugar a acontecimientos que no ocurren en nuestra sociedad o en cualquier otra sociedad del presente o del pasado. Una idea coherente debe fluir en esta desfiguración; quiero decir, que la desfiguración ha de ser conceptual, no trivial o extravagante...Esta es la esencia de la ciencia ficción, la desfiguración conceptual que, desde el interior de la sociedad, origina una nueva sociedad imaginada en la mente del autor, plasmada en letra impresa y capaz de actuar como un mazazo en la frente del lector, lo que llamamos el shock del no reconocimiento. El sabe que la lectura no se refiere a su mundo real.

Ciencia Ficción no puede ser definida como "un relato, novela o drama ambientado en el futuro", desde el momento en que existe algo como la aventura espacial, que está ambientada en el futuro pero no es ciencia ficción; se trata simplemente de aventuras, combates y guerras espaciales que se desarrollan en un futuro de tecnología superavanzada. ¿Y por que no es ciencia ficción? Lo es en apariencia... Sin embargo, la aventura espacial carece de la nueva idea diferenciadora que es el ingrediente esencial. Por otra parte, también puede haber ciencia ficción ambientada en el presente: los relatos o novelas de mundos alternos. De modo que si separamos la ciencia ficción del futuro y de la tecnología altamente avanzada, ¿a que podemos llamar ciencia ficción?

sin embargo si tratamos de separar la fantasía de la ciencia ficción. Es imposible, y una rápida reflexión nos demostrará. Fijémonos en los personajes dotados de poderes paranormales; fijémonos en los mutantes que Ted Sturgeon plasma en su maravilloso "Más que humano". Si el lector cree que tales mutantes pueden existir, considerará la novela de Sturgeon como ciencia ficción. Si, al contrario, opina que los mutantes, como los brujos y los dragones, son criaturas imaginarias, leerá una novela de fantasía. La fantasía trata de aquello que la opinión general considera imposible: la ciencia ficción trata de aquello que la opinión general considera posible bajo determinadas circunstancias. Esto es, en esencia, un juicio arriesgado, puesto que no es posible saber objetivamente lo que es posible y lo que no lo es, creencias subjetivas por parte del autor y del lector...

¿Qué son las narrativas transmedia?

¿Qué son las narrativas transmedia?

"Hemos pasado de la cultura de los
espectadores sin voz a una cultura descentralizada y participativa donde el
usuario es el eje de lo que ocurre"


                        Entrevista a Roberto Ponieman

P: ¿Que son las narrativas transmedia?
R: Son extensiones de una historia central o plot (P.Ej. de un film) que se llevan a cabo sobre plataformas complementarias (Ejs: libro, una serie, un juego, comic, aplicaciones para tabletas o móviles, etc.) Lo que ocurre con las narrativas Transmedia es que las historias que se van a extender desde un soporte central serán diseñadas para cada plataforma adicional (serie,libro,juego) con elementos nuevos que enriquecen el relato, no incluídos explícitamente en el soporte original, en nuestro ejemplo, el film.Es decir que las extensiones dela narrativa principal, (como sostiene Henry Jenkins) no son redundantes sino complementarias entre sí. Allí estuvo en su día el ejemplo de Matrix o Batman Begins, con peli, comic y juegos donde cada uno agregaba algo al mundo de la historia. O Head Trauma, de Lance Weiler, por citar otrocaso de éxito llevado a cabo con bajísimo presupuesto. Y hay muchos más. La consecuencia de aplicar esta modalidad de desarrollo transversal de las tramas, es que aparece un universo narrativo que la audiencia no conocerá en su totalidad salvo que haya experimentado el conjunto de historias complementarias apoyadas en el potencial, dispersadas sobre las distintas plataformas en las que ahora estará disponible. Es un concepto nuevo y fresco. Un producto a la medida de las necesidades de entretenimiento de los nativos digitales. Una manera fantástica de extender la narrativa central sobre múltiples plataformas, agregando en el proceso infinidad de novedades y extendiendo así la vida útil de la propiedad intelectual original.

P: ¿Cómo cree que el público recibirá las producciones Transmedia en el mundo de la producción audiovisual en español?
R: Creo que fantásticamente bien. Sobre todo porque es multiplicar exponencialmente la calidad y cantidad del entretenimiento que puede disfrutar la audiencia sobre un tema que ya les gusta. Además aquí no se ha hecho mucho al respecto aún, con lo cual la novedad juega muy a favor. Los mayores consumidores de entretenimiento son hoy los ciudadanos digitales y el juego es el 60% del total de la industria cultural consumida. Lo menciono porque el juego es un soporte central en cualquier desarrollo Transmedia, justamente por esa razón. Además el formato de producción Transmedia se puede (y se debe) aplicar también a la educación, la publicidad, la política (es la herramienta ideal para la propaganda neuropolítica) y tantos otros ámbitos, como el de cambio social. Por eso digo que está aquí para quedarse y que será muy bien recibido.

P: ¿Qué es un productor Transmedia?
R: Es el amo de ese universo temático que va a estar compuesto por los mundos sobre los cuales se dispersa la narrativa central en cada plataforma, con nuevos contenidos. En su buen saber tendrá que extender las narrativas desde la perspectiva de la fortaleza intrínseca de cada soporte escogido para el lanzamiento de un producto Transmedia. No es igual extenderla trama con nuevos elementos a través de un videojuego ó un ARG, que en uncomic. Debe coordinar que el resultado(es decir la narrativa emergente de lo que ocurre en todos los mundos) esté integrada consistentemente a través de todas las plataformas que intervienen en la producción. Deberá ser un excelente integrador interdisciplinario y gran cazador de talentos. Es alguien que sabe utilizar las redes sociales y generar comunidades de seguidores que terminarán en muchos casos generando ellos mismos nuevas extensiones de la trama, y en algunos casos si tienen éxito llegarán por ello incluso a compartir algunas ganancias que genere la propiedad intelectual. Créame que es un mundo nuevo y muy, muy dinámico.

P: ¿Y cree que los estudios y las productoras de la zona Ñ apostarán invirtiendo en lo que el Producers Guild of America ha llamado el nuevo rol de Productor Transmedia, esa nueva clase de visionarios de la cual usted ya es parte?
R: A la industria esto le ha caído del cielo. Le viene como aguas de mayo ya que el público se vuelve fiel y las audiencias se vuelven cautivas; como consecuencia la facturación generada por la propiedad intelectual se dispara; los ingresos se multiplican exponencialmente. Para ejemplificar un porqué, basta con analizar una sola característica que ofrece ser parte de las comunidades: La movilidad social vertical. Aparece el fenómeno del universo del Fandom (el dominio de los enterados como lo llama Kring) donde si no sabes lo que está ocurriendo en la serie no eres nadie. Pero lo contrario también es verdad. Si en el recreo del cole o en la máquina de café de la oficina sabes más que los otros sobre lo que va a ocurrir en la serie que todos están siguiendo has conseguido hacerte con el poder en el grupo, es decir a los ojos de tus colegas te has vuelto el jefe, lo cual en la vida real en estos días no es tan fácil; eso genera una satisfacción de usuario extendida que en los proyectos planos no ocurre. Esa es una de las cosas que buscan explotar los nuevos proyectos de los grandes estudios en USA; entretenimiento recompensado y satisfacción extendida. Para el público, poder profundizar en las tramas a través de una historia cuya totalidad está diseminada en varios productos de entretenimiento relacionados entre sí es una experiencia única e inmersiva. Y cuanto más aún será así si el patrón culturales el de tu propio idioma, en nuestro caso, la Ñ.

P: ¿Como lo sabe?
R: La garantía del éxito de las producciones Transmedia está en que es la clase de mundo de entretenimiento diseñado en base a la experiencia de los nativos digitales, (que han nacido con internet, móvil, juegos, ordenador, etc.); que son la gran audiencia del presente y que no hará más que crecer exponencialmente. Transmedia es la experiencia de entretenimiento total. Integra todas esas plataformas en un solo contenido que se dispersa sistemáticamente sobre todas ellas, creando una experiencia única e irrepetible. Por lo tanto la producción convencional (que ya estaba en crisis) se queda desfasada. Se vuelve plana, sin dimensión y por tanto aburrida y obsoleta. Por esa mismísima razón la apuesta desde Hollywood por la producción Transmedia, es hoy tan enormemente brutal en términos económicos. Basta con ver el impacto que han tenido algunas series como Héroes en la creación de audiencias y comunidades de inteligencia colectiva abocadas a resolver pistas de la serie, o de films como el que pronto podremos ver con Angelina Jolie (El Día X existe), que ha creado una serie de 9 entregas sobre web de un juego cuyo objetivo es la creación de una experiencia extendida e inmersiva del guión que se verá en las salas. Recomiendo decididamente ver lo que se ha hecho, ya que es un gran ejemplo de un gran producto Transmedia que ya tiene al menos 2 soportes para empezar: La web, y el film. http://www.dayxexists.com/site/. Hay que verlo.

P: ¿Y para terminar?
R: La industria de los contenidos ha entrado en una nueva época radicalmente diferente a todo lo conocido ya que ahora los desarrollos serán obligatoriamente multidimensionales. Hemos pasado de la cultura de los espectadores sin voz a una cultura descentralizada y participativa donde el usuario es el eje de lo que ocurre; lo que existe entre el productor Transmedia y su público es un diálogo bidireccional en el cual el valor añadido está definido claramente por la participación de las audiencias. Y eso tiene que quedar muy claro. Hay que oírles ya que es justamente de ese diálogo de donde surgirá el valor. entenderlo, para cualquiera que sea parte de la industria del entretenimiento en su conjunto (en el sector que sea) es jugar en desventaja, y al final terminar perdiendo tiempo, prestigio y dinero. Yo les invito a aprender más.

P: Muchas gracias Roberto.
R: ¡A ustedes!

Nota: Roberto Ponieman está a cargo del programa
Iberminuto Transmedia en Cinemavip.
 

 

Manifiesto de los guionistas europeos

Manifiesto de los guionistas europeos

                                    Las historias están en el corazón de la humanidad  y son depositarias de nuestras diferentes herencias culturales. Dichas historias han sido narradas una y otra vez  por los contadores de historias. Los guionistas son los contadores de historias de nuestro tiempo.

Se debería confiar en el talento de los escritores europeos, se debería alentar y apoyar. Las industrias europeas del cine necesitan encontrar caminos para atraer y mantener a sus guionistas en el cine y en su oficio.

Afirmamos que:

1.   El guionista de una película es también uno de sus autores, un creador fundamental sobre quien, en primer lugar, se apoya cualquier trabajo audiovisual.

2.   El uso indiscriminado del  crédito de autoría es inadmisible.

3.   Los derechos morales del guionista, especialmente el derecho a mantener la integridad de su trabajo y de protegerlo de cualquier distorsión o uso incorrecto, debiera ser inalienable y debiera ser respetado en la práctica.

4.   El guionista debiera recibir un pago justo por cualquier forma de explotación de su trabajo.

5.   Como autor, el guionista debiera tener derecho a involucrarse en el proceso de producción y promoción de la película y a ser compensado por dicho trabajo. Como autor, debiera ser nombrado consecuentemente en cualquier publicación, incluidos catálogos de festivales, revistas sobre TV, magacines y reseñas.

Hacemos un llamamiento a:

1.   Gobiernos y entidades de financiación, para que apoyen a los guionistas empleando más energías y recursos, ya sea en forma de subvenciones, beneficios fiscales o planes de inversión en el desarrollo de películas y producciones de TV, y financiando a los guionistas directamente.

2.   Expertos y críticos de cine, para que reconozcan la función que desempeñan los guionistas, y a universidades, academias y programas de formación, para que eduquen a las próximas generaciones de profesionales en los principios de trabajo en equipo propios de este medio y en el respeto al arte y al oficio de la escritura de guiones. 

3.   Festivales, filmotecas y resto de instituciones relacionadas con el cine, para que mencionen a los guionistas en sus programas, y para que programen ciclos dedicados a guionistas, de la misma forma que los programan para directores, actores y países.

4.   Que las leyes, a nivel europeo y de cada país, deberían reconocer que el guionista de una película es uno de sus autores.

5.   Que las leyes, a nivel europeo y de cada país, deberían garantizar que los guionistas puedan organizarse, negociar y contratar de forma colectiva, con objeto de fomentar y conservar las diferencias culturales de cada país, y deberían facilitar el libre movimiento de guionistas entre países y el ejercicio de dicha profesión en cualquier país.

Nos comprometemos a:

  • Distribuir este manifiesto entre los miembros de la industria audiovisual y de la prensa en nuestros respectivos países.
  • Hacer campaña para que se lleven a cabo los puntos recogidos en este manifiesto.
  • Solicitar la inclusión, en las legislaciones de ámbito europeo y de cada país, de las modificaciones legales que hagan posible las demandas contenidas en este manifiesto.

Firmado: El Presidente y el Consejo de la Federación de Guionistas Europeos, en representación de 21 asociaciones y 9.000 guionistas europeos.

Christina Kallas (Presidenta)
Sveinbjörn Baldvinsson (Vicepresidente)
David Kavanagh
Willemiek Seligmann
Bernard Besserglik
Los Participantes en la Conferencia de Guionistas Europeos celebrada en Tesalónica (2006)

 

 

Catálogo comentado de mandamientos literarios de Horacio Quiroga

Catálogo comentado de mandamientos  literarios de Horacio Quiroga

I

Cree en un maestro - Poe, Maupassant, Kipling y Chejov - como en Dios mismo. (Es el primer programa de lectura formativa de cuentistas clásicos que bien puede adoptar un tallerista).

II

Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo. (Ser alpinistas humildes).

III

Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia. (Para escribir hay que tener carácter narrativo, pero el carácter se forma o se deforma).

IV

Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón. (Aunque tu novio o tu novia se pongan celosos de la escritura. Bukowski iba más allá, recomendaba en su enorme sabiduría, que primero era amarse a sí mismo y después a la novia).

V

No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas. (Hay que saber diseñar el relato - en el cuento y la novela -  y hay que saber empezar. Si aprenden esas dos cosas, estarán en la ruta. Lo cual no es garantía).

VI

Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba el viento frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes. (Economía, economía. Ayuda a los ritmos, facilita los cambios de velocidad y tensiona).

VII

No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo. (No a las metáforas moribundas, a los adjetivos inútiles, a los verbos solemnes. Con lugares comunes no hallarán la brillantez del tono. Hay que hallarlo, buscar la luz).