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Écheme el Cuento

Opinión

Veinte consejos bizarros

Veinte consejos bizarros

1. Lo primero: conoser vien la hortografia.

2. Cuide la concordancia, el cual son necesaria para que usted no caigan en aquello errores.

3. Ponga comas puntos signos de interrogación o dos puntos rayas siempre que corresponda si no poco se entienden las relaciones entre las palabras la jerarquía entre las ideas.
Y cuando, use los signos de: puntuación, póngalos; correctamente!.

4. Lo mejor es esquivar la reiteración de sonidos en la oración. La proposición es buscar una opción que no rime con lo dicho con antelación.

5. Evite las repeticiones, evitando así repetir y repetir lo que ya ha repetido reiteradamente.

6. Trate de ser claro; no use hieráticos, herméticos o errabundos gongorismos que puedan jibarizar las más enaltecidas ideas.

7. Imaginando, creando, planificando, un escritor no debe aparecer equivocándose, abusando de los gerundios. Tratando siempre, sobre todo, de no estar empezando una frase con uno.

8. Correcto para ser en la construcción, caer evite en trasposiciones.

9. Tome el toro por las astas, haga de tripas corazón y no caiga en refranes comunes. Calavera no chilla.

10. ¡Voto al chápiro!... creo a pies juntillas que deben evitarse las antiguallas que obscurecen el texto.

11. Si algún lugar es inadecuado en la frase para poner colgado un verbo, el final de un párrafo lo es.

12. ¡¡¡Por el amor de Dios!!!!, no abuse de las exclamaciones. NI de las Mayúsculas. Recuerde, además, que la cantidad de puntos suspensivos es siempre fija....... (¡solo tres!)

13. Pone cuidado en las conjugaciones cuando escribáis.

14. No utilice nunca doble negación.

15. Evite usar el adjetivo "mismo" como si fuera un pronombre; el mismo está para otra cosa.

16. Aunque se usen poco, es importante emplear los apóstrofo’s correctamente.

17. No olvide poner las tildes que correspondan. Mas aun cuando es importante conocer cual es la significacion de una palabra, en caso de que haya una opcion con tilde y sin ella.

18. Procure "no poner" comillas "innecesariamente". No es un recurso para "resaltar" sino para "mencionar" una "voz ajena" al texto.

19. Procurar nunca los infinitivos separar demasiado.

20. Y con respecto a frases fragmentadas...

Consejos de Abelardo Castillo

Consejos de Abelardo Castillo
No intentes ser original ni llamar la atención. Para conseguir eso no hace falta escribir cuentos o novelas, basta con salir desnudo a la calle.

En general cuesta tanto trabajo escribir una gran novela como una novela idiota. El esfuerzo, la pasión, el dolor, no garantizan nada. Es desagradable pero es así. No abandones la cama sin meditar en esto.

No cualquier cosa, por el mero hecho de haberte sucedido, es interesante para otro. Esto vale tanto para escribir como para conversar.

Los sueños ajenos son invariablemente aburridos. Nunca olvides que tus propios sueños, para el otro, son ajenos.

De tanto en tanto recordarás esta historia. Alguien le llevó un manuscrito a Antón Chéjov y le preguntó:
-¿Que hago maestro? ¿Lo publico o lo tiro a la basura?
- Publíquelo - dijo Chéjov - de tirarlo a la basura ya se encargaran los lectores.

Consejos de Clarice Lispector

Consejos de Clarice Lispector

(...) nací para escribir. La palabra es mi dominio sobre el mundo. Tuve desde la infancia varias vocaciones que me llamaban ardientemente. Una de las vocaciones era escribir. Y no sé por qué, fué esta la que seguí. Tal vez porque para las otras vocaciones necesitaría un largo aprendizaje, mientras que para escribir el aprendizaje es la propia vida viviéndose en nosotros y nuestro alrededor. Es que no sé estudiar. Y, para escribir, el único estudio es justamente escribir. Me adiestré desde los siete años para tener un dia la lengua en mi poder. Y no obstante, cada vez que voy a escribir, es como si fuera la primera vez. Cada libro mío es un estreno penoso y feliz. Esa capacidad de renovarme toda, a medida que el tiempo pasa, es lo que yo llamo vivir y escribir.

Consejos de William Faulkner

Consejos de William Faulkner

"99 por ciento talento, 99 por ciento disciplina, 99 por ciento trabajo. Nunca debes estar contento con lo que haces. Nunca es tan bueno como pudiera serlo. Siempre debes soñar y apuntar más alto que lo que sabes que puedes hacer. No te preocupes por ser mejor que tus contemporaneos o que tus antecesores. Trata ser mejor que tú mismo".

Consejos literarios de Charles Baudelaire

Consejos literarios de Charles Baudelaire

De la suerte y de la mala suerte en los comienzos

Los escritores jovenes que hablando de un colega novel dicen con acento matizado de envidia: "¡Ha comenzado bien, ha tenido una suerte loca!", no reflexionan que todo comienzo está siempre precedido y es el resultado de otros veinte comienzos que no se conocen.
(...) creo más bien que el éxito es, en una proporción aritmética o geométrica, según la fuerza del escritor, el resultado de éxitos anteriores, a menudo invisibles a simple vista. Hay una lenta agregación de éxitos moleculares; pero generaciones espontáneas y milagrosas jamás.
Los que dicen: "Yo tengo mala suerte", son los que todavía no han tenido suficientes éxitos y lo ignoran.
Libertad y fatalidad son dos contrarios; vistas de cerca y de lejos son una sola voluntad.
Y es por eso que no hay mala suerte. Si hay mala suerte, es que nos falta algo: ese algo hay que conocerlo y estudiar el juego de las voluntades vecinas para desplazar más fácilmente la circunferencia.

De los métodos de composición

Hoy por hoy hay que producir mucho, de modo que hay que andar de prisa; de modo que hay que apresurarse lentamente; pues es menester que todos los golpes lleguen y que ni un solo toque sea inútil.
Para escribir rápido, hay que haber pensado mucho; haber llevado consigo un tema en el paseo, en el baño, en el restaurante, y casi en casa de la querida. (...)
Cubrir una tela no es cargarla de colores, es esbozar de modo liviano, disponer las masas en tono ligero y transparentes. La tela debe estar cubierta -en espíritu- en el momento en que el escritor toma la pluma para escribir el título.
Se dice que Balzac ennegrece sus manuscritos y sus pruebas de manera fantástica y desordenada. Una novela pasa entonces por una serie de génesis, en los que se dispersa, no sólo la unidad de la frase, sino también la de la obra. Sin duda es este mal método el que da a menudo a su estilo ese no se qué de difuso, de atropellado y de embrollado, que es el único defecto de ese gran historiador.

Del trabajo diario y de la inspiración

Una alimentación muy sustanciosa, pero regular, es la única cosa necesaria para los escritores fecundos. Decididamente, la inspiración es hermana del trabajo cotidiano. Estos dos contrarios no se excluyen en absoluto, como todos los contrarios que constituyen la naturaleza. La inspiración obedece, como el hombre, como la digestión, como el sueño. (...) Si se consiente en vivir en una contemplación tenaz de la obra futura, el trabajo diario servirá a la inspiración, como una escritura legible sirve para aclarar el pensamiento, y como el pensamiento calmo y poderoso sirve para escribir legiblemente, pues ya pasó el tiempo de la mala letra.

De la poesía

En cuanto a los que se entregan o se han entregado con éxito a la poesía, yo les aconsejo que no la abandonen jamás. La poesía es una de las artes que más reportan; pero es una especie de colocación cuyos intereses sólo se cobran tarde; en compensación, muy crecidos.
Desafío a los envidiosos a que me citen buenos versos que hayan arruinado a un editor.
(...)
¿Por lo demás, qué tiene de sorprendente, puesto que todo hombre sano puede pasarse dos días sin comer, pero nunca sin poesía?
El arte que satisface la necesidad más imperiosa será siempre el más honrado.

Recomendaciones para escribir un cuento

Recomendaciones para escribir un cuento

Versión utilitarista de la dama de Madein

1.- Todo cuento es una suspensión moral.
2.- Se recomienda mamarle gallo a los lectores.
3.- La economía, el ritmo y la eficacia: valores supremos.
4.- Una dosis de ambigüedad nunca va mal.
5.- Valen todas las voces, si son creíbles.
6.- El cuento no debe querer decir algo. Debe mostrar algo.
7.- No se escriba de lo que no se conoce.
8.- Jamás explicar.

9.- Prohibido los tonos solemnes.
10.- Se puede escribir bajo los efectos de estimulantes, solo si el cuento sale mejor que sin estimulantes.
11. El cuento deberá sustraerse a cualquier utilidad didáctica, doctrinal, moral o recreativa.
12.- La verosimilitud interna importa más que el parecido con la realidad.

La literatura como insomnio

La literatura como insomnio

Durante una noche de insomnio de un otoño cuatro personas mayores ven pasar los segundos, los minutos, las horas, todo el tiempo del mundo. Dos mujeres y dos hombres: una enfermera y un policía (funcionarios obligados a una servidumbre de tristezas y crímenes de Estado que marcarán sus caracteres), una madre a la que se le suicida una hija con 15 años y un propietario rural. Voces que se lanzan a tumba abierta a la rememoración de los hechos más importantes de su existencia mientras luchan, no se sabe muy bien, por dormirse o por no dormirse. A veces, hartos de tanta desolación sin arreglo, parece que quisieran borrarse de la conciencia, cerrar los ojos y fugarse hacia la nada. Pero en muchas más ocasiones dan la impresión de que su insomnio es vocacional: seguir despiertos les garantiza no quedar disueltos en una inexistencia donde tendrían que convivir a la fuerza con sus pesadillas; mantener los ojos abiertos, abierto el libro donde se van escribiendo sus obsesiones, les libra de esa muerte que presienten hermanada con el alba, ese final que afila su lápiz detrás de las primeras luces del día. Cuatro voces en la novela Ayer no te vi en Babilonia que se entretejen formando nudos y redes que acaban atrapando a su autor, el portugués António Lobo Antunes (Lisboa, 1942), el cual aparece esporádicamente en notas caídas en el texto del tipo "me está gustando escribir esto, ¿me seguirá gustando al revisar el capítulo?" o "respecto a los pájaros problema idéntico al de los árboles; ¿gorriones?", y atrapando también a los lectores, a los que se exige un esfuerzo por seguir el hilo enredado de las historias similar al esfuerzo que realizan los personajes por soportar el peso de una noche tan larga.

Cuatro monólogos interiores que, en efecto, se entrecruzan sin contribuir con ello a construir un único relato poliédrico, como sería el caso del Faulkner de Mientras agonizo o Santuario, sino a crear una atmósfera común de desánimo y desilusión, de acabamiento y miedo a los fantasmas del pasado (sobre todo en el caso del policía, al que se le aparecen los espectros de un mendigo o de un sacristán a los que tuvo que ejecutar por el bien de la Iglesia y del Estado), de pacto imposible con los errores propios y las miserias de una sociedad en descomposición. Una atmósfera que no la crea ninguna clase de sentido o símbolo oculto o de experiencias ejemplares, universales, sino los jirones sueltos a los que han quedado reducidas sus vidas, esos retazos de vida que se empeñan en no dormirse quizás para que tampoco se duerma el pueblo del que forman parte, llámese Portugal o la raza humana. Voces sin cuerpo o mejor: las voces del cuerpo cuando se expresan sin la mediación de la conciencia, cuando las dejamos alzarse desde las entrañas.

Lobo Antunes titula enigmáticamente este libro con una frase en escritura cuneiforme hallado en un fragmento de arcilla de 3000 antes de Cristo. La Babilonia y el ayer a los que se refiere, ¿son el tiempo y el espacio de la invención de la escritura, ese lugar y ese momento en los que los humanos nos atrevimos a esa otra clase de insomnio que es la literatura? Un insomnio que, desde luego, padece un autor con una facilidad prodigiosa para enlazar obras maestras (inolvidable, por ejemplo, su trilogía sobre la muerte e inolvidables sus crónicas, entre las que recomiendo Receta para leerme o La compasión del fuego) que dentro de 5.000 años, en arcilla o en polvo de estrellas, seguirán leyéndose con pasión.

¡Lánzate: el suelo aparecerá!

¡Lánzate: el suelo aparecerá!

Como Ulises Lima – el poeta mexicano de los Detectives salvajes – Mario Mendoza estuvo preso en Israel, en donde agarró un insomnio que todavía lo asara. Es un escritor del realismo degradado. (Auster más sucio). Todo el discurso de Mendoza es vehemente, lo que quiere decir: conmueve. Salpica – en dosis homeopáticas - su conversación con algunas invocaciones budistas, a la manera de Borges, sin poder ser fervoroso, pero con el respeto por el principio a la renunciación. No sé si crea en el alma humana, esa entelequia que el budismo rechaza. Con Buda Blues se aproxima al fin de su primer ciclo del nirvana: no pasado, no presente, no futuro.

Mendoza comenzó estudiando medicina. Desde luego fue un digno fracasado que se había envenenado con literatura. Leyó las biografías de Poe, y fue capaz de anudar anecdóticamente necrofilia y romanticismo, como quien hace bucles. Evoca el amor de Poe por Virginia, con quien se sepultó en vida hasta que de su cuerpo salieron gusanos. Y hace que su mano tiemble con vehemencia al proyectarse, imitando la mano de Poe aproximándose al cuerpo cataléptico de Virginia. El temblor de la mano de Mendoza es el temblor de un maldito. Y aún así, dice que el asunto comienza con el proyecto de los hombres del renacimiento: el programa moderno. Descree del “post modernismo”. Huele en el romanticismo el punto de giro del proyecto. El comienzo de la saturación final del sistema, el signo inicial, la primera convulsión. El mismo se contagió de un cierto malditismo que le enseñó a ver precisamente en la frontera entre el subsuelo y el suelo, entre lo claro y lo oscuro, entre lo callejero y lo subterráneo. La franja de donde saca los personajes que mete a sus novelas. En donde encontró a Campo Elías Delgado, ex boina verde y asesino serial del Pozzetto.

Hizo, con no sé qué paciencia, todo los estudios posibles de literatura, terminó en el Instituto Ortega y Gasset. Y luego incurrió en la docencia, como todos los que necesitamos un salario. Un día el escritor se le encabritó y lo obligó a tirar la academia. Renunció en un rapto casi histérico, al leer una frase encontrado en una gruta navaja: ¡lánzate: el suelo aparecerá!

Mendoza no habla mal de ninguno de los novelistas contemporáneos, ni corta cabezas a la manera de Alvarado, ni es capaz de hacer de la denigración una de las bellas artes, como Vallejo. Para él los escritores de su generación forman un equipo. Todos trabajan por la novela, todos resisten, todos trepan, descienden. ¿Cómo se podría denigrar de un resistente? ¿Cómo se podría juzgar a un coequipero?

Ha tenido el tiempo de leer todas las novelas del mundo y se ha impuesto la tarea de escribir tres páginas al día, que imprime al final de la jornada y lee en voz alta a la manera del Gabo, para escuchar su ritmo. Mendoza solfea con las oraciones, divide el párrafo en compaces. Hace escaletas para las novelas. Y trabaja en overol. Es un trabajador de la escritura, que cumple su tarea diaria, para ganarse la vida. Y se la gana resistiendo. Por que para él, escribir es resistir, el acto por el cual la potencia erótica se contrapone al gran mal. Y si hay un escritor del mal en Colombia, que escribe sabiendo de qué habla, es Mendoza.