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Écheme el Cuento

EL AVION FANTASMA

EL AVION FANTASMA

Martha Rengifo nos comparte una historia desoladora...

   Se quitó los pedazos de lona vieja cuando la luz del día ya era completa. Se levantó como quien teme desbaratarse al hacer algún esfuerzo. Miró la piel que sólo cubría los huesos en un pedazo de espejo y fue consciente del viejo dolor en la boca del estómago. Salió arrastrando los pasos hasta el pozo, sacó el agua lodosa sin afanes, luego la filtró en una tela, después, con cuidado, bebió el agua rosada, un trago muy pequeño que sin embargo hizo mover de manera visible su vientre con un dolor agudo. Al segundo sorbo vomitó teniendo la precaución de dirigirse al más próximo de los dos árboles enteleridos, un zapato cubrió la ofrenda con tierra. Ya calmado siguió bebiendo mientras miraba el horizonte.

Era una llanura gris con algunos montículos, lo único que llamaba la atención era la derruida pista de aterrizaje, atrás del hangar había algunos restos de aviones, demasiado viejos, demasiado. A lo largo de la pista de aterrizaje corría una cerca de alambre de púas que desaparecía al desbaratarse por completo, la cerca estaba cubierta de telarañas.

 —Yo, pronto haré una sopa de arañas. —dijo. —La semana que viene, tal vez.

Atrás de la cerca los montículos aumentaban, sólo se veía eso.

Regresó al Hangar, así lo llamaba él, se denominaba a sí mismo Yo, estaban con él Arbol Grande y Arbol pequeño, La Cerca, El Pozo, nada más. Hangar era una enorme y alta construcción, una inmensa caja de madera. En un rincón un viejo catre de resortes rotos que cubría con pedazos de lona, una cocineta con algunos trastos, el resto era un vacío de polvo, herramientas inservibles, más pedazos de aviones.

 Recostado en el catre, oyó un avión que empezaba el aterrizaje:

—Hangar, ¿lo —oíste? ¡Ya llegó el avión fantasma!

Abrió la puerta doble, se dirigió a los dos árboles y orinó mientras el avión pasaba sobre los huecos y la basura, raudo, sin accidentarse, a través de avión se podía ver el paisaje gris.

Cuando el avión fantasma se detuvo, se bajaron unos soldados fantasmas, que se subieron marchando en un camión fantasma, eran transparentes. Se desvanecieron en un instante y volvió el silencio.

— Árbol Grande, ¿Crees que es algún truco técnico? —le dijo al más alto y deshojado. —Son fantasmas. ¿Los has visto? Pequeño, tú me crees ¿Verdad?—habló en un tono más tierno.

Se oyó el ruido de otro avión, uno igual al otro hizo el mismo milagroso recorrido, los soldados bajaron agachados bajo el peso de sus morrales, esta vez caminaron un poco alejándose de la pista, se sentaron mirando hacia donde debía venir el camión, unos minutos después llegó éste, se montaron y desaparecieron como los otros.

El lugar se llenó de actividad, los aviones iban y venían, los soldados fueron arremolinándose en grupos que esperaban su turno para salir.

El hombre se dirigió a uno de los grupos que había escogido desde antes, con discreción, se acercó por atrás a uno de los fantasmas.

—Dónde quedará el pueblo? —le preguntó

—¡Qué diablos sé yo! —contestó el otro volteando la cabeza rápido y sorprendiéndose ante el vacío. Se quedó mirando alrededor.

El hombre buscó a otro soldado que estuviera entretenido.

—¿Dónde quedará el pueblo? —preguntó.

—Debe ser allá. —contestó señalando la dirección contraria a los camiones

—¿Dónde guardarán la comida?

—¿Comida? —Y buscó la voz que le hablaba. Apretó con fuerza el brazo de su compañero.

— ¿Qué pasa? —le gritó su compañero sacudiendo el brazo con brusquedad.

—Un hombre me habló.

—Aquí sólo hay hombres.

—Quiero decir… otro, oí una voz, ¿la oíste? El tipo era horrible y transparente.

—Estás viendo fantasmas a plena luz del día.

—Sé lo que vi.

—Yo, los fantasmas vieron un fantasma. –se fue diciendo y emitiendo una risita parecida a una tos.

El día le había dado nuevos ánimos. Se apresuró hacia el hangar.

—Hangar, Hangar…  —gritó. Aunque lleve mucha agua soy incapaz de llegar al pueblo… si existe. ¿Sabes que puedo hacer?  ¡Construir un avión!  Tomaré todas las piezas buenas, buscaré manuales, ¡Es una lástima que haya quemado tantos! ¿Qué te parece, Hangar? Dejaré de molestarte.

Fue de un lado a otro durante unos minutos hasta que exhausto se desplomó en el catre.

—¡Avión! ¡No sé nada de aviones! ¿Sabes que haré? ¡una cometa! ¡Una cometavión!, iré por esa lona que huele horrible y haré una.

Muchos días, sin prestar atención a los soldados fantasmas trabajó con las manos vendadas por la agotadora ocupación. Se había imaginado una cometa con forma de ganso salvaje y lo que hizo parecía un murciélago desteñido. Sin poder darse el lujo de probarla, improvisó una polea y la subió al techo del hangar.

Esperó la corriente de aire con paciencia, cuando llegó maniobró mejor de lo que se había imaginado, alzó el vuelo evitando los montículos quería ir hacia el Norte, pero se dirigió al occidente. El placer de volar le hizo olvidar la ruta.

Unos cactus gigantescos lo hicieron detenerse, para evitar chocar con ellos.

—Yo, ¿te das cuenta?  Estuvimos aquí una vez… ¿o dos?  ¿Recuerdas los cactus? Tenían unas frutas muy buenas…  ¡Aquí están! Yo ¡Aquí están!

Recogió las frutas con sumo cuidado, sin comerlas, con un palito metió una por una en la cantimplora llena de agua, con el resto hizo un paquete que envolvió en un pedazo de lona que metió bajo la camisa. Luego tragó con cuidado, la acidez del jugo lo hizo temblar. No bebió más.

Buscó el montículo más alto y siguió su ruta hacia el occidente. Voló por el mismo paisaje durante mucho tiempo. Encontró después algo que parecía una vieja carretera y a lo lejos una especie de casa de madera. El corazón le saltaba.

—Mira, Yo, una casa, unos árboles, debe haber un pueblo cerca. ¿Te das cuenta? Yo.

Al acercarse sintió que se mareaba. Reconoció la pista, los restos de aviones, el pozo, el hangar. Se desmayó y despertó en medio de la pista, la cometa estaba rota, se zafó sin precauciones, revisó la cantimplora: estaba llena, buscó el paquete bajo la camisa: seguía allí.

—Hola Hangar. —Saludó al sitio sin rencores. ¿Me extrañaste?  ¿Te hice falta? —Se rió sin ganas. —Hangar, no me perdí las otras veces, Yo tenía razón, estamos en el infierno.  

 

1 comentario

Anónimo -

falta explicar bien que es un avion fantasma